El nombre de Rosa, amada y admirada hoy por los jóvenes más radicales y combativos de todo el mundo, es símbolo de rebeldía y revolución. Cuando ya nadie se acuerda de los viejos jerarcas de la socialdemocracia europea del siglo XIX, el pensamiento de Rosa continúa generando polémicas. Su espíritu insumiso y rebelde asoma la cabeza –cubierta por un elegante sombrero– en cada manifestación juvenil contra la globalización y la dominación capitalista.