Renán Vega Cantor es uno de los historiadores más influyentes en la historia social colombiana, y ha ido ganándose un espacio cada vez más importante entre los pensadores críticos a nivel continental. Sus trabajos sobre los movimientos populares colombianos, entre los que resaltan la monumental obra “Gente muy Rebelde”, así como “Petróleo y Protesta Obrera” (junto a Luz Ángela Núñez y Alexander Pereira) entre tantos otros, destacan por lo prolijo y minucioso de su trabajo como historiador, que sin dejar pasar los detalles por alto, los sabe conectar a procesos macro-sociales y a procesos mucho más amplios. Vega Cantor tiene una cualidad excepcional, que es la de combinar compromiso político y reflexión académica, y aun cuando su profesión sea la de historiador, él hace la historia con los pies en el presente y la mirada puesta en el futuro. La historia, como la relata Vega Cantor, tiene una urgencia de convertirse en lecciones para los sectores populares.
No resulta, por ende, curioso que el grueso de la reflexión crítica de Vega Cantor se haya dado en medios alternativos, populares, ligados a la izquierda en los cuales su voz rara vez ha sido la de un panegirista acrítico. Su reflexión ha buscado siempre trascender los estrechos marcos de la academia y poner el pensamiento al servicio de la construcción de una sociedad más humana. En vez de contentarse en asistir ritualmente a las conferencias de siempre, sin perturbar la digestión de la oligarquía colombiana, en busca de publicidad, aplausos y pantallazos mediáticos. Vega Cantor está más cómodo en asambleas sindicales, populares, de campesinos, a las que sabe hablar en un lenguaje directo y franco, sin posturas ensayadas de erudito. La pluma de Renán Vega Cantor molesta a los poderosos y no deja indiferentes a quienes lo leen. Quizás por eso ha sido uno de los escritores de la izquierda colombiana más perseguidos y atacados por el establecimiento en su rol de “trabajador intelectual”, habiendo sufrido múltiples amenazas, el exilio e intentos concertados por desacreditar su calidad de investigador[1].
El actual libro “Elogio del pensamiento crítico”, editado por Ocean Sur -editorial que ha publicado un buen número de trabajos de Vega Cantor [2]-, no es, en estricto rigor, un libro nuevo, sino un volumen que se ha ido construyendo en unas dos décadas de reflexiones al calor de los eventos nacionales e internacionales. Huelga aclarar que muchas de estas reflexiones fueron escritas, como el propio autor lo recuerda, en los obscuros años de la seguridad democrática, en un momento en que voces como las de Vega Cantor eran solitarias en medio de una intelectualidad que hacía genuflexiones al autoritarismo reaccionario más craso. Hay algunos trabajos aquí contenidos que han sido publicados por primera vez –entre ellos destaca una reseña de un libro de Eduardo Posada Carbó que fue, de hecho, censurada a su momento-, pero la mayoría ya han sido publicados en medios como rebelión.org o en la revista CEPA. ¿Cuál es, entonces, el mérito de este viejo nuevo libro? Poner juntas por primera vez unas reflexiones que aunque han aparecido como meramente coyunturales y dispersas, no lo son. El hilo conductor que hay detrás de estas reflexiones es la necesidad de recuperar y reivindicar el pensamiento crítico en una sociedad consumida por la “cultura” desechable y el consenso neoliberal. Lamentablemente, la reivindicación de la crítica es también fundamental en un momento en que la propia izquierda ha perdido, en gran medida, la capacidad crítica y el hábito del estudio. Peor aún, en que la crítica es despreciada en algunos sectores de izquierda que han convertido un cierto oportunismo pragmático en virtud, como un asunto de “intelectuales de escritorio” que “hacen el juego al enemigo”. Este hilo conductor da continuidad a un libro organizado en cuatro partes interrelacionadas y que se traslapan: política, historiografía, cultura y violencia. Estas cuatro facetas reflejan algunas preocupaciones constantes del investigador, desde las cuales se aborda una mirada más amplia del país.
Aun cuando hubiésemos leído muchos de estos ensayos, al ser reunidos en un todo orgánico, en un único volumen, los podemos releer y apreciar desde una luz distinta –sobre todo, cuando el autor nos ha regalado un prólogo en el cual se da sentido a las reflexiones de dos décadas de maduración académica y política: “no hay nada mejor que ser ‘revolucionario de tiempos difíciles’, (…) en medio de la postración y la cobardía intelectual más miserable del siglo” (p.69). Cada uno de estos cuatro componentes del todo, encierra las diversas batallas intelectuales que ha dado Vega Cantor en un ambiente hostil, de profunda reacción intelectual como es el caso colombiano. En el capítulo de política, la reflexión primordial ha sido la defensa explícita del pensamiento crítico. Renán Vega entrega a los lectores, en estas páginas, de manera sistemática, aportes riquísimos para desarrollar un pensamiento crítico que contribuya al desarrollo de un proyecto transformador, socialista, radicalmente democrático, en un contexto de grandes complejidades y desafíos. “El pensamiento crítico precisa del diálogo permanente con diversos legados emancipatorios que se han ido construyendo durante varios siglos en distintos lugares del planeta, entre los que sobresale el pensamiento de Marx y sus seguidores más lúcidos, el anarquismo, el ecologismo, el feminismo, el indigenismo y todo lo que ayude en el propósito de reconstruir una agenda de lucha contra el capitalismo y el imperialismo” (p.9). Esta es una buena receta para quienes han querido ubicar al pensamiento del profesor Vega, muy en contra de su propia voluntad, en alguna categoría doctrinaria rígida. Los enormes desafíos que se enfrentan de cara al desarrollo de un capitalismo voraz, a escala global, fortalecido como pocas veces en la historia de la humanidad, requiere de una actitud abierta y de saber recoger diversos aportes que permitan ayudar a enfrentar esta hidra.
En la sección de historiografía, defiende el rol de la historia crítica, comprometida, hecha desde y para los sectores subalternos y oprimidos, como una denuncia del presente de infamia. En develar los mecanismos en que se ha construido el presente, mediante la opresión, la explotación y la violencia de clase, se desgarra el manto de sacralidad con el que se reviste la ideología dominante. En esta defensa del rol de la historia de cara a los movimientos populares, Vega Cantor entabla una crítica profunda a los historiadores neo-conservadores (Chevalier, Posada Carbó) y una crítica no menos aguda en contra de Holloway. En la sección cultural, Vega Cantor aborda expresiones culturales o artísticas críticas, Chico Mendes o Sair García, que se han utilizado para poner en relieve la agenda de los pueblos. Pero también aborda la destrucción sistemática de la cultura por parte de los sectores en el poder: la quema de libros por parte de las dictaduras del Cono Sur, la Alemania nazi, o el procurador Alejandro Ordoñez y la educación como mercancía o como una mera “inversión”, que llama filantropicapitalismo. En otro artículo, destruye el mito de Francia como bastión de la crítica y la libertad de expresión, a la vez que expone el racismo y el sentimiento de superioridad colonial expresado mediante las caricaturas de Charlie Hebdo en Francia, una crítica a contravía, que a varios que la hicimos nos costó la excomulgación de medios de izquierda que, de manera oportunista, se pusieron la camiseta del “Je suis Charlie” sin la menor consideración de lo que esto significa a escala global. Vega Cantor, quien vivió y estudió en Francia, dedica importantes reflexiones a lo largo del libro a sus experiencias en ese país y al imperialismo y al colonialismo tan arraigado en el conjunto de su sociedad –aún en la izquierda, cada vez más derechizada.
Por último, en la sección de violencia, Vega Cantor, mediante sus diversos ensayos, revela las distintas facetas que asume la violencia en Colombia, desde el fanatismo futbolístico, hasta el terrorismo planeado, dirigido e implementado desde las altas esferas de la política nacional e internacional. Vega Cantor sabe conectar los hilos invisibles que unen a esa violencia trivial y banal, con la violencia estructural, cuyos actores –empresas, multinacionales- muchas veces fungen de patrocinadores de esas formas de violencia cotidiana. Escudriña en el vínculo entre el modelo económico colombiano y la violencia, explorando las casas de pique de Buenaventura y el desarrollo del libre comercio junto al modelo extractivista en Colombia; analiza por qué Colombia se ha convertido en el Israel de Latinoamérica (como afirmara orgulloso el propio Juan Manuel Santos) y denuncia el papel de las elites gobernantes de este país en el desarrollo del proyecto imperial de los EEUU; y describe, sin tapujos, el desarrollo de un capitalismo gansteril, apoyado en una lumpenburguesía y una cultura traqueta, en un país donde se ha naturalizado el derecho de los poderosos a aplicar la pena de muerte.
La exposición está libre de lenguaje pesado y deliberadamente obscuro, precisamente, por haber sido dirigidos estos ensayos, en su mayoría, a un público no académico; no hay asomo de arrogancia intelectual, ni mucho menos, de pretendida erudición greco-caldense. Habla sin tapujos y desnuda la ignominia del sistema. Este libro resalta la cualidad humana de Vega Cantor, quien en su posición académica, rehúsa a “aburguesarse” y acomodarse a un sistema que le indigna. El triste debate en torno a la nominación de Miguel Ángel Beltrán para un reconocimiento en la Universidad Nacional, que levantó acalorada oposición de ciertos sectores académicos, deja en claro el abismo moral existente entre este autor y quienes, aun diciéndose de izquierda o progresistas, guardaron silencio, cuando no atacaron de manera artera al sociólogo que sigue hoy sufriendo el ensañamiento de la Procuraduría. Este caso nos recuerda los límites de la libertad académica en Colombia y nos recuerda también el valor de personas que, como el profesor Vega Cantor, se mantienen firmes en la tarea de defender el pensamiento crítico y la elaboración intelectual al servicio de los sectores oprimidos, marginados y explotados, aún cuando el grueso de los intelectuales hayan optado por servir al mejor postor o abiertamente hacerlo al servicio del guerrerismo, del extractivismo, de los poderosos.
La lectura de este libro nos indigna, nos hace reír y llorar, nos hace perderle el respeto a la autoridad, pero también nos permite comenzar a imaginar un futuro distinto y un presente alternativo. El estudio, la reflexión crítica, es un primer paso para alcanzarlos y el libro de Vega Cantor es una invitación a recuperar la crítica como un arma de emancipación. Como dice el lema de la revista que Vega Cantor dirige, CEPA, “atreverse a pensar y luchar, es empezar a vencer”.
Notas
[1] Recientemente, Vega Cantor ganó una tutela en contra de Semana y Las 2 Orillas, por artículos calumniosos y sin base en que trataron de poner en tela de juicio la calidad de su investigación en la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Estos ataques habían comenzado en un sitio llamado Colombia Reports , por parte de un personaje de apellido Anselma, de origen europeo y residente en Medellín, quien atacó vehementemente a Vega Cantor como un “seudo-académico anti-norteamericano”. Su fuente de información, vaya sorpresa, era la embajada de EEUU en Colombia.
[2] “ Colombia y el imperialismo contemporáneo ”, junto a Felipe Martín Novoa (2014),“ La Universidad de la ignorancia ” (2015) y una versión completa del informe presentado por él para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas en el 2014, la cual incluye todos los apéndices e imágenes, “ Injerencia de los Estados Unidos, contrainsurgencia y terrorismo de Estado ” (2016).