La prisa cotidiana a que obliga nuestro tiempo ha reducido drásticamente el número de lectores, y también la frecuencia y los modos de interacción de quienes no desisten del placer de una buena lectura.
No es secreto que las empresas editoriales privilegian hoy tiradas bajo demanda, y que el universo digital acapara hasta a las audiencias acostumbradas al olor de la tinta fresca en libros, periódicos y revistas.
Tanto la literatura como el periodismo han debido reinventarse y, con ellos, buena parte de quienes integran el gremio de los escritores y periodistas. Sin embargo, específicamente en este último oficio ‒ese que García Márquez consideró el mejor del mundo‒ para un abordaje cabal habría que añadir el factor de la sistematicidad, algo que no suele preocupar demasiado al literato.
Antes de convertirse hace pocos meses en su subdirector editorial, Yoandry Avila Guerra mantuvo una colaboración frecuente con la revista Alma Mater, empeño caracterizado por el abordaje de temas de actualidad nacional a través de la entrevista.
Pero no fueron asuntos cualesquiera, sino de alto impacto, ya sea por tratarse de figuras consagradas de nuestros medios de comunicación que mantienen viva la curiosidad entre quienes les admiran, quizás porque gozaban de su «momento», o porque de alguna manera sus nombres se volvieron tendencia en las redes sociales y en el día a día de las calles y hogares cubanos.
De tal suerte, gracias a su periodismo ágil, reflexivo, entretenido e inmediato, el órgano de los universitarios cubanos, el mismo que fundara Mella hará pronto 99 años, logró posicionarse en un sitio de vanguardia dentro del sistema de medios de este país.
Las diez entrevistas aquí reunidas ‒dos de ellas en coautoría‒ fueron publicadas entre enero de 2019 y mayo de este 2021, lo cual supone un marco temporal de dos años. Una no se parece a la otra. Ni en el esqueleto, ni en las motivaciones y tampoco en la extensión.
Sin embargo, un hilo invisible las conecta para ofrecernos una Cuba que palpita dentro y fuera de las pantallas y escenarios, piel adentro de estos hombres y mujeres que no renuncian a perseguir sus sueños por más que estos se desdibujen en el horizonte de lo inalcanzable.
Estos diálogos almamateros destacan por la transparencia, la sinceridad, el desenfado y también por las preguntas sencillas que se complementan muy bien con esas pinceladas descriptivas que ofrece Yoandry a propósito de sus interlocutores, tanto en lo relativo a la apariencia física como a su gestualidad. Indudablemente, dichos párrafos contribuyen a blindar el perfil de los interrogados.
No faltan la anécdota conmovedora o sabrosa, el acento indagador y la confesión perturbadora… Con mejor o peor suerte, en dependencia de la locuacidad del entrevistado, de los propósitos del cuestionario, del tiempo disponible y del clima de confianza que el entrevistador logró establecer, recibimos información valiosa en boca de estos hombres y mujeres populares en nuestro ámbito y también en otras geografías.
Por otra parte, excepto los más experimentados Rolando Chiong, Roly Peña y Jacqueline Arenal, el resto del elenco ronda los 40 años de edad, lo cual confiere al libro un sabor peculiar: estos profesionales, pese a gozar de un mayor o menor reconocimiento público, aún no alcanzan su consagración definitiva como artistas; les queda mucho que aportar a nuestro panorama televisivo, cinematográfico y teatral, al universo de la publicidad y la fotografía como arte.
Siendo muy jóvenes ambos conocí a Yoandry Avila Guerra. Creo recordar que fue en La Habana Vieja, el sitio que por entonces era epicentro de mi vida.
Desde esa fecha aprendí a valorar su inteligencia, la humildad que no se le destiñe, su ética, compañerismo e hidalguía. Comencé a verlo además como un símbolo de la perseverancia y la laboriosidad. Él parecía estar en todas partes, atento siempre al rumor del conocimiento y fogueándose en la rutina de productor de contenidos.
En su todavía incipiente carrera como reportero, el Yoa ‒como suelo llamarlo‒ acumula un impresionante aval de coberturas que han nutrido sus muchísimas notas informativas, reportajes, crónicas y entrevistas, algunas de las cuales resultaron premiadas. Porque, a golpe de superación constante, de arrimarse a buenos maestros, de sacrificar su tiempo libre y construir sólidas relaciones profesionales, no le teme a los retos ni al trabajo en equipo, razón por la cual se ha ganado el cariño y el respeto de sus colegas, tanto veteranos como principiantes.
Ha sido el apoyo oportuno, el tipo servicial que nunca te dice «no se puede», el amigo generoso que está pendiente de lo que necesites cuando otros desaparecen o han quedado en el camino…
Con tales argumentos no será difícil advertir cuánto me complace invitar a la lectura de esta, su ópera prima. Solo deseo que mi regocijo se parezca al de quienes apuesten por estas letras, «Piel adentro». Y que este sea apenas el primero de otros muchos volúmenes que están por venir.