Hace solo tres años el pueblo cubano asistió masivamente al proceso de consulta de la nueva Constitución de la República de Cuba. La participación de casi nueve millones de personas obtuvo como resultado la modificación de 134 artículos, lo que representó casi el 60%. La Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó el 23 de diciembre de 2018 la Carta Magna, que fue ratificada en referendo popular el 24 de febrero de 2019 por el 86,85% (6 816 169 de electores) que acudieron a las urnas.
La mayor cantidad de votantes pertenecen a las generaciones nacidas con posterioridad al triunfo revolucionario de 1959. El proceso de consulta demostró el carácter democrático y parti-cipativo del sistema socialista cubano, donde el pueblo recono-ció las conquistas alcanzadas pero también las insatisfacciones sociales acumuladas en el tiempo. Hubo más de 1 700 000 inter-venciones de las que se derivaron unas 783 000 propuestas.
Con la aprobación de la ley de leyes comenzó una nueva etapa del proceso revolucionario, precedida por el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (2016), que dio continuidad a los acuerdos del VI Congreso (2011) y avanzó en la elaboración de documentos programáticos acerca del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, que tuvo un reflejo importante en el ámbito constitucional. La nueva Carta Magna se ajustaba al contexto internacional y a los cambios proclamados por la sociedad para alcanzar un socialismo cada vez más próspero, sostenible, democrático, inclusivo y participativo.
Con este trascendental paso, la Revolución salió fortalecida y con una visión clara del futuro a construir por las nuevas gene-raciones para hacer efectivos los preceptos constitucionales.
Se debe tener en cuenta que este proceso se desarrolló en medio de un escenario complejo para América Latina y el Caribe, y en particular para Cuba, por el incremento de las agresiones del gobierno estadounidense de Donald Trump (2017-2021). Nuevamente estaba en apogeo la denominada «Doctrina Monroe» hacia la región y el desprecio hacia el socialismo.
A pesar de ello, Cuba continuó implementando sus planes de desarrollo. Pero no había transcurrido un año de la aprobación de la Constitución y el país recibió el impacto del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y la infección COVID-19, declarada en marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud como pandemia global. Todo el país se movilizó en función de prevenir y enfrentar la letal enfermedad.
En medio de ese complejo escenario el gobierno de Trump incrementó el cerco económico contra la nación. Se desarrollaba en Estados Unidos la campaña presidencial por la reelección del presidente republicano, quien mantuvo durante toda la contienda un lenguaje agresivo y de odio contra el socialismo, y aseguraba que «la libertad de Cuba iba a ser uno de sus grandes triunfos».
Sin embargo, el candidato demócrata Joe Biden en sus discur-sos trató de distanciarse de las posiciones extremas de Trump. En octubre de 2020, durante su visita a la Florida, pronunció un discurso que en esencia estuvo dirigido a criticar la posición de línea dura contra la Isla mantenida por su contendiente repu-blicano, y a reiterar que estaba dispuesto a implementar una «nueva política» hacia la Mayor de las Antillas. Precisó que «necesitamos una nueva política hacia Cuba. El enfoque de esta Administración no está funcionando».
Esa posición pública la defendió Biden durante toda la campaña electoral, a pesar de las presiones y acusaciones de Trump al calificarlo como socialista y de la izquierda radical. El tema Cuba fue abordado fundamentalmente desde dos prismas: uno doméstico para complacer al electorado cubanoamericano de la Florida, y otro de política exterior para frenar su influencia en América Latina y el Caribe.
La extrema derecha anticubana desplegó toda su maqui-naria para frenar la posibilidad de que Biden retomara un acercamiento hacia la Isla. Reaccionaron preocupados por la posibilidad de que una vez en la Casa Blanca, mejorara las relaciones con Cuba, de forma similar a cuando se desempeñó como vicepresidente de la Administración de Barack Obama (2009-2017), en la cual se lograron algunos avances en las relaciones bilaterales.
Biden llega a ocupar la presidencia estadounidense en enero de 2021 y tras seis meses en el poder, no se evidenciaban resultados que se correspondieran con sus promesas elec-torales de mejorar las relaciones entre ambos países. La extrema
derecha anticubana, motivada por este inmovilismo, organizó una operación político-comunicacional, financiada con fondos del gobierno de Estados Unidos. La misma perseguía acelerar sus planes de «cambio de régimen» y obstaculizar cualquier acción del ejecutivo estadounidense dirigida a levantar o flexibilizar alguna de las 243 medidas coercitivas impuestas por el gobierno de Trump para el recrudecimiento del bloqueo eco-nómico, comercial y financiero, de ellas 55 aplicadas durante la pandemia de la COVID-19.
Tres meses más tarde se celebró el VIII Congreso del Par-tido Comunista de Cuba. En la presentación del Informe Central, el General de Ejército Raúl Castro Ruz hizo un análisis crítico y profundo sobre la situación económica, social, política, cultural y de las relaciones internacionales del país en el quinquenio que finalizaba. Durante el evento se intercambió sobre temas socioeconómicos, la actualización del modelo de desarrollo socialista, el Plan Nacional de Cuba hasta 2030, el trabajo político-ideológico, la relación con las masas, la política de cuadros, su fortalecimiento y el papel del Partido. El presi-dente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez fue electo como primer secretario del Comité Central del PCC. Finalizó así el proceso de traspaso paulatino a las nuevas generaciones de las principales tareas del país y las que asumían el reto de asegurar la continuidad de la Revolución.
La máxima dirección de la nación priorizó el enfrentamiento a las medidas del bloqueo para disminuir su impacto en la población y el esfuerzo permanente para afrontar la pande-mia y evitar al máximo la pérdida de vidas humanas. Bajo el impulso directo del presidente, en breve tiempo los científicos cubanos lograron 5 candidatos vacunales contra la COVID-19, de los cuales tres ya fueron aprobadas como vacunas: Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus.
La Mayor de las Antillas logró la primera vacuna latinoa-mericana y caribeña contra la COVID-19, con probada calidad, seguridad y eficacia. Las autoridades cubanas desplegaron su estrategia para el desarrollo, introducción y extensión de las vacunas. Se diseñó un escalonamiento de fases que partió desde los ensayos clínicos, los estudios en grupos de riesgo, la intervención sanitaria hasta llegar a la etapa de vacunación masiva.
Paralelamente se vivía en el país una situación muy difícil, caracterizada por la escasez de alimentos, medicinas, el desa-bastecimiento de productos de primera necesidad y afectaciones en el servicio de energía eléctrica a la población. A lo que se le sumó la acumulación de problemas sociales que no han tenido la mejor solución, en ocasiones por la lenta aplicación de las políticas aprobadas en beneficio de los ciudadanos.
Este escenario fue aprovechado por los grupos extremistas radicados en territorio estadounidense para aplicar una de las etapas de su operación político-comunicacional: pasar de las acciones en las redes sociales en internet a realizar acciones
en las calles. El plan estaba en curso desde hacía varios meses. Todo estaba preparado. Era evidente que en cualquier momento entraba en su fase más agresiva. Recuerdo que el sábado 10 de julio en mi muro de Facebook publiqué:
La Patria está amenazada por dos enemigos muy peligrosos en medio de una severa crisis económica global: el gobierno de Estados Unidos y la pandemia de la COVID-19. El primero mantiene intactas las 243 medidas coercitivas unila-terales para asfixiar a Cuba impuestas por el gobierno de Trump, de las cuales 55 fueron dictadas durante la pandemia. El segundo está atacando también con fuerza a los cubanos, que experimentan en los últimos días el mayor incremento de infectados y el número más alto de fallecidos. Ambos enemigos están causando incalculables daños huma-nos. La Dirección de la Revolución, junto al heroico pueblo cubano, está enfrentando sabiamente cada agresión y dando la pelea como digna continuadora de Fidel y Raúl. ¡Aquí no se rinde nadie.1
Y así fue. El día escogido por las fuerzas contrarrevoluciona-rias para provocar un estallido social fue un domingo, aprovechando que la mayoría de la población estaba en sus viviendas compartiendo en familia a pesar de la compleja situación epidemiológica. ¿Qué pasó el domingo 11 de julio de 2021 en Cuba? ¿Cuáles fueron los factores internos y externos que influyeron en los disturbios y actos vandálicos perpetrados en algunas localidades de la nación? ¿Quiénes pedían una «inter-vención humanitaria»? ¿Qué resultados se esperaban de la ope-ración político-comunicacional? ¿Cuál es el proyecto de la Cuba actual?
Para responder estas y otras interrogantes les proponemos esta compilación de reflexiones, vivencias, análisis y artículos de 31 profesores universitarios de las tres regiones del país. La mayoría de ellos han sido protagonistas en la formación de varias generaciones de profesionales, muchos escribieron al calor de los acontecimientos y todos lo hicieron desde la pasión, el compromiso por la obra social que construyen los cubanos y conscientes de la importancia de la educación y la formación integral de la juventud. Dignos portadores del legado que hace más de un siglo nos confió el Maestro: «Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria… Ser bueno es el único
modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre».
1. Véase en: https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=568231297893498&id=100041198992450
2. José Martí: «Maestros ambulantes», Obras completas, t. 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 288-289