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Marx y Engels: de los sueños a la ciencia


Introducción a la antología de textos escogidos de Carlos Marx y Federico Engels. La selección se encuentra marcada por los principios de apego a la verdad histórica, de respeto y admiración por una obra que tenazmente persiste a pesar de sus detractores.
Marx y Engels: de los sueños a la ciencia

La edición de una antología asentada en la vasta obra de Carlos Marx y Federico Engels reviste en sí obstáculos intrínsecos, emanados de sus principales contenidos y tesis fundamentales, por lo que en una selección y compilación resulta difícil superar esos límites, no solo por su dimensión y extensión sino porque su surgimiento y evolución propició el desarrollo de una teoría —el marxismo—, renovadora, polémica e incisiva, expresada en sus adeptos y continuadores y en contraposición, también, por las fuertes discrepancias generadas dentro de sus detractores y oponentes acérrimos.

Resulta lógico esto último, en una corriente de pensamiento cuyo progreso ha sido indetenible a partir de los presupuestos sustentados, los que no dejan de enriquecerse y demostrar sus potencialidades, sus cualidades y su valor como ciencia.

Por todo ello, se hace imprescindible, en una selección como la que se propone al lector, dejar esclarecidos la correlación entre la génesis y la formación del marxismo, la relación binómica entre Marx y Engels, los compromisos políticos y confrontaciones polémicas con corrientes y pensadores de su época, las limitaciones, insuficiencias y sobre todo el camino seguido para alcanzar una teoría en permanente transformación, más allá de subvaloraciones etapistas y sobreestimaciones que se han hecho de algunos de sus textos imprescindibles.1

En síntesis, como expresara Vladimir I. Lenin en su trabajo «Carlos Marx...»,2 el marxismo constituye el sucesor natural de lo mejor que la humanidad creó en el siglo xix: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, en definitiva sus fuentes teóricas propias.

Es en la Europa de la primera mitad del siglo xix, convulsa y revolucionaria, en la que se origina una corriente de pensamiento —el socialismo—, que desde sus inicios se antepuso al capitalismo y abogaba por la justicia y la igualdad. En esta época se expande el contenido central de esas ideas que polemizan con otras tendencias en boga, como la socialdemocracia y el anarquismo, entre otras.

La obra de Marx y Engels y por extensión el marxismo, con el tiempo se convertiría en el principal adversario del capitalismo como cuerpo teórico e ideología. Se propagó vertiginosamente al mundo y su producción intelectual, su historia y sus diversas tendencias han estado, en buena medida, vinculadas a propuestas novedosas para alcanzar una sociedad más justa.

Al pronosticar el advenimiento de una nueva sociedad, no resultó fácil conceptualizar sus fundamentos y contradicciones, muchos de los cuales fueron solo enunciados por sus fundadores, sin poder vislumbrar la complejidad de sus propuestas. El hecho de plantear que para llegar a esa nueva sociedad era necesario instrumentar cuáles debían ser los medios de organización racional para la existencia colectiva e individual y cómo alcanzar su transformación, se convieten en problemas imprevisibles que tendrían que ser abordados, en parte, con posterioridad. Surge, en sus continuadores, el compromiso ineludible de presentar y pensar al marxismo bajo sus verdaderos objetivos, tratar de hacer ciencia donde prime el análisis por encima del voluntarismo y proponerse alcanzar lo nuevo sin falsas promesas o fantasías irrealizables. Ha sido y continúa siendo una empresa ardua y compleja, como afirmara Georg Lukács. En ello radica el carácter revolucionario del marxismo por haber determinado la esencia del proceso y su tendencia al porvenir. Lo convierte en la expresión ideológica del proletariado en su camino de emancipación a través de la conciencia con el conocimiento de la esencia y no frente a la experiencia de los datos inmediatos, en síntesis, es el paso del proceso revolucionario mismo.3

Con tamaña empresa por delante no han sido fáciles los caminos y derroteros por los que ha tenido que transitar el marxismo y mucho menos la obra de sus fundadores. Si complejas fueron en su momento la publicación de los textos elaborados, más lo han sido las ediciones que históricamente se conocen, unas incompletas, mutiladas; otras, tergiversadas, manipuladas, a pesar del esfuerzo realizado por estudiosos y especialistas, como lo fue el caso de David Riazanov, socialdemócrata ruso, que desde 1910, estableció las primitivas líneas editoriales de una edición científica.

Esos primeros esfuerzos tuvieron un problema histórico que superar, y era que los socialdemócratas no estaban interesados en sistematizar la obra; no obstante, en contraposición, otros sí estuvieron dispuestos a preparar no solo una edición completa, sino sobre todo, confiable. La materialización de esta idea fue alcanzada con el advenimiento de la Revolución de Octubre y por el propio D.B. Riazanov, quien ya en esos momentos había adquirido la reputación de ser una de las voces más autorizadas sobre Marx, Engels y la historia del marxismo. Por todo eso, con la aprobación de Lenin, emprende el trabajo iniciado por Franz Mehring, biógrafo de Marx, y la revisión de los documentos en poder de Karl Kautsky, en su condición de albacea literario de ambos.

En 1921, se aprueba en Rusia el Instituto Marx-Engels con el criterio de Riazanov de que este debía relacionar los clásicos apoyado en una amplia historia del anarquismo, el socialismo y el movimiento obrero europeo, al que se le incorporarían otros estudios más abarcadores. Entre 1923 y 1925 incluye a especialistas en lenguas extranjeras y se da a la tarea de buscar materiales documentales que apoyaran una edición de las obras completas. Realiza un trabajo muy riguroso con los albaceas de los derechos testamentales y de autor sobre la herencia literaria, que en esos momentos se encontraba en manos del Partido Socialdemócrata Alemán.

Para 1929, rendía un informe sobre la labor del Instituto, sus líneas de investigación, el trabajo con investigadores, académicos, cuadros y militantes en general, además de insistir en el papel de divulgadores del auténtico pensamiento de Marx y Engels. Adquirió tal confianza, que Eduard Bernstein, en cuyas manos Engels depositó los manuscritos de La ideología alemana, donó el material inédito para su posterior publicación, a los que se le sumaron documentos originales invaluables como los Manuscritos de 1844.

Desde su surgimiento y aprobación hasta 1930, Riazanov como editor publicó cinco números en ruso. Otro sería el destino del Instituto, cuando Stalin, ya en el poder, purgara a Riazanov acusándole de enemigo del pueblo y revisionista. Mientras el ritmo editorial era de un número anual, en épocas de Stalin se llegó a demorar diez años entre un volumen y otro.

Esa pugna editorial vislumbró, desde sus inicios, un combate ideológico que se ha extendido al presente, provocando posiciones que muchas veces ha conllevado a la vulgarización y banalización del marxismo, al decidirse, de forma voluntarista, la depuración de las obras de Marx y Engels y convertirlas en ediciones populares despojadas de «erudición» y sustituidas por publicaciones aisladas, diseminadas y sin un plan editorial científico.

Muchos años, excesos, retrocesos y decantaciones tendrían que sucederse para poder conocer en su total dimensión el legado de los fundadores del marxismo. El resultado de ese esfuerzo colectivo, como parte sustancial de su devenir, logró imponerse y sobre esa base es que se presenta la propuesta que hacemos, siguiendo los principios de apego a la verdad histórica y de respeto y admiración por una obra que tercamente persiste a pesar de sus detractores.

De los orígenes

La juventud de Carlos Marx y Federico Engels transcurre en una Alemania tradicionalista, situada en la Europa de plenos procesos de cambios políticos, sociales y jurídicos. Sin embargo, como contraste, experimenta un fuerte estímulo, sobre todo en el dominio de la reflexión filosófica. Es el país del gran desarrollo en el plano de las ideas, pero incapaz de transformarlas en práctica, como llegaran a afirmar Marx y Engels en una de sus obras fundadoras, La ideología alemana. En ese país de rezagada transformación política es donde irrumpen, quizás inexplicablemente, estos jóvenes con escritos que comenzaban a plantearse cambios que permitieran transformar el medio.

Carlos Marx nace en Tréveris, Alemania, en 1818 en el seno de una familia judía acomodada renana, en el que el dictatorial Estado prusiano gobernaba, lo que provoca que desde muy joven se sintiera atraído por las ideas más radicales, particularmente por las del filósofo alemán Georg F.W. Hegel, y que lo lleva a vincularse a un grupo denominado «jóvenes hegelianos», mientras cursaba la carrera de Derecho, primero en la Universidad de Bonn y más tarde en la de Berlín, donde se acerca al círculo de los «hegelianos de izquierda», quienes pretendían «sacar» de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias.

En 1842, Marx rompe con la fracción berlinesa del movimiento hegeliano. Se convierte en el redactor jefe de la Gaceta del Rin, fundada en Colonia a principios de ese mismo año, e inicia su obra, de mayor importancia. Por primera vez se ocupa de los llamados intereses materiales y fija la atención sobre las clases pobres, como uno de los ejes que caracterizaría su quehacer y lo conduciría, a través de móviles éticos, al camino de lo indagación científica y el compromiso político con los desposeídos. Sin lugar a dudas, si se busca un origen de la teoría marxista, obligatoriamente nos conduciría a la Gaceta...

En 1843, el gobierno prusiano somete a censura el periódico y Marx es obligado a salir de Alemania. Comienza un largo peregrinar, incluida su familia, pues ya se había casado con Jenny de Westfalia, su amor de siempre. Llega a París en el otoño de 1843 y comienza a contactar y a nutrirse con lo más avanzado del movimiento obrero europeo. En París se editan los Anales Franco-Alemanes (1844), donde publica dos artículos: la Introducción a una crí- tica del Derecho en Hegel y un comentario a dos trabajos de Bruno Bauer sobre la cuestión judía, obras en las que puntualiza ya su concepción del hombre y el papel de las clases sociales. Marx plantea entonces, por primera vez, los fundamentos del materialismo histórico, según lo expresaron Engels y Lenin. Además, sale a la luz los Manuscritos económicos y filosóficos, considerado un texto de transición, pero a la vez, indispensable para la comprensión de su obra, en el que se vislumbra su genio creador y el atisbo de lo que sería su obra seminal, El capital.
Dada la presión del gobierno alemán es expulsado de Francia en 1845 acusado de agitador político; se traslada a Bruselas hasta 1847 cuando regresa nuevamente a Francia.

Mientras todo esto ocurría, un tiempo antes, se había producido su primer contacto con un joven, colaborador de la Gaceta..., que al igual que Marx había sido atraído por Hegel y deslumbrado después por Ludwig Feuerbach, para, simultáneamente, superarlos después. El vínculo se inicia por medio de la correspondencia y en septiembre de 1844, Engels, en tránsito hacia Alemania, conoce a Marx en París, sin intuir ambos que esa asociación se convertiría en una unión imprescindible y sin par en la historia, por la magnitud de sus cualidades, así como por la fidelidad de una amistad sin tachas.

El joven Federico Engels, nacido en 1820 en la ciudad de Barmen, provincia renana de Prusia, a diferencia de Marx, era hijo de un industrial, es justamente esto lo que hace que desde muy joven estableciera un contacto directo con los obreros, razón por la cual es obligado por su padre a dejar el liceo para colocarse como dependiente de comercio. De forma autodidacta estudia filosofía, imbuido por el espíritu reinante entre los jóvenes avanzados de su entorno, haciéndose primero partidario de Hegel y formando parte del grupo de los «jóvenes hegelianos», para más tarde romper con «ese pasado» y definirse como materialista.

En 1842 se traslada a Manchester, Inglaterra, como empleado de una firma comercial de su padre, momento en el que comienza su interés por la situación de la clase obrera inglesa, y los estudios e investigaciones sobre su comportamiento hasta culminar, tiempo después, en un trabajo imprescindible para valorar los inicios de una obra de importancia sustancial, La situación de la clase obrera en Inglaterra, publicada en 1845 a la edad de 25 años. A juicio de Lenin, es Engels el primero en afirmar que el proletariado no solo constituye una clase que sufre, sino que se ve obligado a luchar por su emancipación.4

Hay un antecedente de estos escritos primarios de Engels, cuando en los Anales... publica un estudio sobre la economía política en «Esbozo para una crítica de la economía política», interés temático que con posterioridad le fue transmitido a Marx y que, según Lenin, contribuyó a que comenzara a interesarse en el estudio de la economía política, sin vislumbrar aún que fue, a partir de esa ciencia, en las que sus obras provocarían una verdadera revolución.

De 1845 a 1847 Engels reside entre Francia y Bélgica, alternando sus estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en estos países.

En el caso particular de Marx, habría que agregar la publicación de las Tesis sobre Feuerbach de 1845, las que junto a los Manuscritos... para algunos estudiosos representan el sustrato de la ruptura con sus antecedentes filosóficos y que hizo tambalear a toda la filosofía tradicional al escribir en ellos la palabra práctica. Comienza el camino hacia sus descubrimientos fundamentales y al mismo tiempo la búsqueda de soluciones y la vía hacia lo que constituiría la teoría histórica del marxismo.

Es el punto escogido por Marx y Engels como el de ruptura con todo lo anterior, al percibir profundas limitaciones en sistemas de pensamiento como el hegeliano con su idealismo a ultranza, incapaz de entender el carácter revolucionario de la dialéctica, e incluso en los intentos de Feuerbach al pretender dejar a un lado el sistema de Hegel, sustituyéndolo por un materialismo abstracto.

Fue una ardua labor, de complejas polémicas, la llevada a cabo en este período, cuando se produce la primera colaboración conjunta, La sagrada fa- milia, publicada en París en 1844, como expresión de la crítica y ruptura con los jóvenes hegelianos, el avance hacia una etapa más definitoria y el destello hacia el materialismo histórico y la futura comprensión del capitalismo como un modo de producción.

Hacia el camino de la ciencia

Un hito esencial en la dirección que los conduciría a la ciencia —ya sea considerada de ruptura o de continuidad como aseveran Georg Lukács y Antonio Gramsci, entre otros—, es en La ideología alemana —que solo pudo ser conocida muchos años después—, donde arreglan cuentas con la filosofía anterior. Es un momento de tensiones, expulsiones y persecuciones que impulsan a Marx a escrutar lo afirmado hasta ahí y trasmitirle a Engels un esbozo del resultado general de sus estudios y la ruptura con todo lo anterior.

Aparece, por primera vez, la sucesión de las formaciones económico-sociales determinadas sobre la base de premisas universales de toda la historia humana, a través de un lazo que une la concepción de la historia y el papel de la lucha de clases. De igual modo, la definición de la división del trabajo comparado con su primera definición de trabajo alienado expuesta en la Gaceta..., resulta un progreso decisivo que les permitirá avanzar en las esencias del capitalismo.

Se hacen constantes la crítica a los socialistas modernos, como Pierre Joseph Proudhon, en su pretensión de colocarse por encima de las luchas políticas desde el pensamiento; estas posiciones conducen a una enemistad de por vida, al publicar Marx Miseria de la filosofía en 1847 como respuesta a su Filosofía de la miseria.

En 1846, Marx en su exilio obligado en Bruselas y Engels en su estancia en Inglaterra, se dan a la tarea de crear el Comité de Correspondencia Comunista, además de fundar nuevas delegaciones en toda Europa, y celebran reuniones con regularidad, hasta culminar con la primera reunión internacional de la recién bautizada Liga de los Comunistas en Londres, en julio de 1847, en la que Engels estuvo presente. Para el encuentro de 1848 escriben el Manifiesto del Partido Comunista, en el cual se resalta el papel de la lucha de clases como tesis decisiva para el posterior desenvolvimiento del marxismo, puesto que traza una demarcación entre los revolucionarios y los reformistas, y que, como afirmara Vladimir I. Lenin, inspira y guía a todo el proletariado organizado del mundo. Es un manifiesto revolucionario, en el que se definen las convulsiones que sacudían la Europa de mediados del siglo xix.

Resulta importante, sin lugar a dudas, entender el momento histórico en el que se escribe el Manifiesto..., por ser parte de una época de revoluciones en Europa. Sin embargo, no fue hasta 1871 que en Francia, ante la crisis económica y política como resultado de una desastrosa guerra con Prusia, los obreros acceden al poder por un breve lapso, instaurando la denominada Comuna de París, de la que Marx extraería lecciones invaluables.

Con la revolución de 1848 en Francia, Marx es autorizado a regresar a Alemania, al igual que Engels que se une al levantamiento armado que se había generado en ese país.

Esos intensos períodos pueden seguirse también, en la correspondencia sostenida con amigos y pensadores afines o no, adeptos o de oposición, pero siempre útiles para comprender, en otra dimensión, la magnitud del esfuerzo que estaban realizando. Queda registrada en la memoria histórica, por ejemplo, la carta a Pável V. Annenkov de 1846 en la que se ofrece una síntesis de la crítica a Proudhon, al igual que la de Joseph Weydemeyer, de 1852, en la cual Marx resume el carácter de la lucha de clases en relación con la transformación revolucionaria de la sociedad.

Todos estos elementos brindan pautas que permiten comprender el encadenamiento esencial que se produce desde los Manuscritos de 1844, son momentos de un profundo desarrollo en el que se une el análisis económico con las investigaciones históricas y que darán como resultado la fundamen­ tación de la estructura del sistema capitalista como elemento esencial para descubrir su origen y lo que le otorga un objetivo científico.

En solo cuatro años ocurre un cambio en el objeto de reflexión, que se desplaza desde la teoría del derecho del Estado hasta la economía política, lo que va acompañado de una transformación en lo filosófico que abarca de Hegel a Feuerbach hasta desembocar en el materialismo revolucionario, y al mismo tiempo se produce una radicalización en las posiciones políticas, que van del liberalismo burgués al comunismo, bajo la forma de una nueva posición filosófica y de una ruptura sin precedentes.

En síntesis, como llegara a expresar Engels, surge el germen de una nueva concepción del mundo, rompen con la tradición filosófica y se adentran en un materialismo revolucionario con un sello muy propio y original, porque es la política quien detenta el elemento dominante a través del compromiso profundo al lado de las luchas políticas del proletariado. Es la filosofía, en el plano teórico, ocupando un lugar central al romper con concepciones ideológicas que no permitían desarrollar objetivamente los principios generales de la ciencia de la Historia.

En este período, entre 1848 y 1849, en una coyuntura revolucionaria, Marx crea la Nueva Gaceta del Rin. Al ser expulsado nuevamente de Alemania llega en 1850 a Londres, donde pasó el resto de su vida, aquí continúa su obra, la que lo conduce al desarrollo de la crítica a la economía política que como señalara Lenin en Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, es el momento en que se produce la conjunción de elementos teóricos hasta entonces diferentes e independientes —económicos, políticos y sociales—, y se da un salto adelante, esencial, dentro del verdadero análisis dialéctico.

Son tiempos de recapitulación y de estudio. En 1850 Marx escribió La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, y en 1852 El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, publicado por Weydemeyer en Estados Unidos; mientras que Engels escribe Las guerras campesinas en Alemania, entre otros textos, además de pasar por circunstancias adversas como la disolución de la Liga. Es el advenimiento de un desarrollo inigualable e irrepetible.

Madurez intelectual y revolucionaria

Con la observación de las obras teóricas fundamentales, cómo se personifican, cobran vida autónoma y se someten a la actividad propiamente humana, encuentra su formulación final El capital en 1868, obra cumbre del pensamiento económico universal, con antecedentes tan complejos pero a su vez tan esclarecedores como los Grundrisse, elaborados entre 1857 y 1858, donde establece la relación entre el capital y el trabajo como base de la justificación histórica del capital.

Es el comienzo, en palabras de Martín Nicolau,5 de la reevaluación por Marx de sus trabajos, sin que eso signifique rechazo, sino más bien penetración a un nivel profundo y donde el proceso de producción, considerado históricamente, crea no solo el artículo de consumo, sino también la necesidad de consumo y el estilo de consumo. Le siguen en sucesión, el «Prólogo» de La contribución a la crítica de la economía política, producida en 1859, valorada no solo como antecedente de El capital, pues abarca el estudio de la mercancía y el dinero, además de exponer uno de sus descubrimientos fundamentales: el mecanismo del valor.

Marx y Engels además de esta labor teórica, en la que adquieren una gigantesca documentación económica, social e histórica, se dan a la tarea de estudiar la práctica capitalista, de seguir atentamente los acontecimientos más significativos en el campo de las ciencias, además de asumir responsabilidades en el movimiento obrero naciente, en el cual participan como dirigentes a quienes se deben valiosos documentos programáticos.

En 1864, Marx participa en la organización de la I Internacional —que tuvo una vida efímera por las reticencias de los lassalleanos alemanes, de Proudhon y de Bakunin—, y pronuncia su discurso inaugural. Continúa escribiendo y publica trabajos claves como Salario, precio y ganancias en 1865, la Crítica del programa de Gotha de 1875 —que aparece por primera vez en 1891—, y que fuera dirigido contra el programa adoptado en el Congreso por los seguidores de Ferdinand Lassalle.

Después de la caída de la Comuna de París escribe La guerra civil en Francia, publicado en 1871 bajo los auspicios de la Internacional y donde Marx analiza, con espíritu profundo, práctico y revolucionario esta experiencia singular.

La Comuna como hecho histórico es el ápice de los movimientos anticapitalistas y la primera experiencia de un poder proletario, que dejó un legado valioso, aunque liquidado por reformas nacionalistas en las que intervinieron movimientos socialistas y partidos marxistas que supuestamente encontraron espacios en la legalidad, y se alejaron de las estrategias revolucionarias hasta llegar a asumir el reformismo, a partir del cual se escinde su pensamiento entre una ortodoxia conservadora y un revisionismo marxista, convertidos en caras de una misma moneda; este proceso es expuesto detalladamente en La guerra civil en Francia.

Todo el esfuerzo de Marx y de Engels en esos años estaba encaminado a alcanzar la revolución como la gran transformadora, la que debía ser preparada, organizada y profundizada con ayuda de la teoría y donde la conciencia actuara como eje propiciador de una nueva manera de vivir.

Después de la muerte de Marx en 1883 en Londres, Engels continúa su obra y publica textos imprescindibles, con un lenguaje más sencillo y ameno; unos, con el objetivo de polemizar como el Anti-Dühring, otros con estudios más puntuales: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, y como colofón de esa inmensa obra de la que formó parte indisoluble, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El capital, publicados en 1888 y 1894, respectivamente, por lo que son textos que les pertenecen a ambos.

Muere Engels en 1895 y «con su desaparición se cerraba un ciclo. Debía aparecer Lenin para iniciar otro más grandioso aun en sus efectos prácticos: la liberación del proletariado»,6 y que forma parte del pasado y presente recientes.

Del legado y su continuidad

La esencia de los aportes de Marx y Engels como fuente básica de la teoría marxista se centra en el reconocimiento del advenimiento de una teoría científica de la historia, en la cual se reemplazan antiguos conceptos para dar paso a otros novedosos e inéditos. Se puntualiza en los diversos modos de producción, de las fuerzas productivas, entre otros, como diferencias sustanciales con teorías precedentes, que convierten a la ciencia creada en la ciencia de la historia de las formaciones sociales, aspecto donde estriba su carácter revolucionario de transformación y cambio.

El escollo mayor a la luz de su propia historia no resulta solo de conocer cómo se ha asumido o interpretado el marxismo, sino sobre todo en los intentos por poner en práctica sus principales presupuestos.

Con el triunfo de la Revolución de Octubre, fundada bajo las premisas de la coherencia del pensamiento marxista, Lenin despliega, de manera creadora, las más importantes luchas políticas después del triunfo revolucionario. Su obra forma parte de lo más valioso del pensamiento marxista que se desarrolló bajo nuevas circunstancias históricas.

El impacto y la influencia de la Revolución de Octubre fueron inmensos y dieron la posibilidad, por primera vez en el mundo, de pensar en que se podía alcanzar el socialismo. Se dan pasos puntuales, como crear una Internacional Comunista armada con una red de organizaciones, con el objetivo de formar un movimiento comunista internacional y cuyos agentes principales debían ser los partidos comunistas.

Sin embargo, muchas fueron las causas que frenaron ese impulso e incluso hubo transformaciones que lo alejaron de sus postulados iniciales. Comenzaron interpretaciones de la teoría marxista en la URSS, impuestas como doctrina oficial, pero con posiciones alejadas muchas veces de sus preceptos fundacionales como por ejemplo, una visión economicista del marxismo que trajo por consiguiente la simplificación de su pensamiento, un cientificismo a ultranza contrario al espíritu revolucionario de la doctrina y un pretendido etapismo rígido y dogmático, incompatible con el marxismo que no consideraba el cambio como automático, sino como el resultado de las luchas revolucionarias.

Fueron muy valiosas e importantes las posturas adoptadas por teóricos que asumieron el legado socialista en el siglo xx, como Rosa Luxemburgo, luchadora y pensadora alemana de alto relieve, Antonio Gramsci con sus posiciones de avanzada, Georg Lukács, uno de sus más altos exponentes, y muchos otros, surgidos dentro del llamado marxismo occidental, que se ha debatido entre una aceptación crítica y su validez, contra un pasado anacrónico marcado por el reformismo y la socialdemocracia.

Otras posturas se han alcanzado en el Tercer Mundo, en particular en América Latina, donde los movimientos populares han logrado espacios propios, unidos por el anticolonialismo y la justicia social. Figuras como Ho Chi Minh, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, emergen como personalidades fundadoras de un marxismo tercermundista abierto, no excluyente ni sectario.

El futuro del socialismo, bajo las premisas teóricas marxistas, sigue siendo más necesario que nunca, en un mundo de crisis, de hambre y en guerra, que no puede resolver sus problemas; en un mundo que puede volverse inhabitable por la contaminación y al que estamos obligados a defender, mirando hacia una sociedad diferente que no solo pueda salvar a la humanidad, sino donde se pueda vivir dignamente. Por eso, a pesar de la distancia y el tiempo transcurrido, el Manifiesto del Partido Comunista de 1848 marca la distancia recorrida y la que falta aún, para completar la obra inmensa de los fundadores del marxismo, por constituir, en expresión de Che, «uno de los escritos de agitación más profundos y audaces que haya producido la humanidad».7