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Lenin y la Revolución Rusa


La obra teórica de Lenin representó una nueva interpretación del marxismo en el siglo xx. Constituyó, en el terreno de la teoría revolucionaria, una ruptura total con los postulados de la socialdemocracia.
Lenin y la Revolución Rusa

La obra teórica de Lenin representó una nueva interpretación del marxismo en el siglo xx. Constituyó, en el terreno de la teoría revolucionaria, una rup-tura total con los postulados de la socialdemocracia cuya bancarrota él había vaticinado antes que los bolcheviques hicieran su revolución ininterrumpida y permanente entre febrero y octubre de 1917.

Lenin captó, en pleno despliegue del imperialismo, como fase superior del capitalismo, dentro del Imperio de los  Romanov, las posibilidades y perspectivas de una revolución socialista auténtica, que habría de combinar en un solo proceso, en «el eslabón más débil de la cadena imperialista», los objetivos y procesos de la revolución democrático–burguesa y la revolución socialista, como bien estableció en las Tesis de Abril de 1917.

Cuando ningún teórico del marxismo de su época concibió la vía armada e insurreccional para tomar el poder, V.I. Lenin organizó un partido para hacer la revolución socialista en las condiciones especiales —sociales, políticas, eco-nómicas, culturales e ideológicas— de la sociedad rusa de fines del siglo xix y principios del xx.

El análisis y la teoría acerca del partido y su modus operandi en el escenario ruso, su visión de la vanguardia como el destacamento de avanzada, des-de el punto de vista teórico e intelectual del proletariado, las concepciones acerca del centralismo democrático, el sentido de la organización y los fines de la  propaganda y de la agitación, su polémica con el menchevismo y el populismo, respondían al conocimiento adquirido acerca del desarrollo del capitalismo en Rusia y su práctica política.

Años después, en una de sus célebres intervenciones en la III Internacio-nal, habría de insistir ante los revolucionarios del mundo entero, que la Re-volución Rusa no era un ícono para reverenciar, sino una fuente de experien-cias que podría aportar sus enseñanzas a otras fuerzas políticas, cuya meta final era el socialismo. Así, alertaba acerca del peligro de copiar modelos que no habrían de prosperar en otras circunstancias y sociedades, como se hizo evidente en Europa del Este, después de concluida la II Guerra Mundial.

En tanto para Carlos Marx y Federico Engels la Revolución Socialista tendría su epicentro en los países más adelantados de Europa, en términos de economía y cultura, Lenin expuso, en contra del escolasticismo filosófico de la socialdemocracia, sus tesis acerca de la legitimidad, actualidad y factibili-dad de la Revolución en Rusia.

Dos factores intervendrían en consolidar estas verdades:

•  La Revolución Rusa de 1905, con su legado de los Soviets como forma de democracia socialista.
•  La esencia imperialista de la primera guerra mundial.

La aproximación y reflexión teórica sobre estos dos fenómenos deslindarían el campo entre el reformismo de los mencheviques y el carácter insurreccional del bolchevismo, cuyas diferencias habían comenzado a perfilarse en el ii con-greso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, celebrado en el año 1903.

Una lectura marxista de las clases sociales condujo a Lenin a reconocer que, en un imperio mayoritariamente campesino, europeo y asiático, de culturas di-versas, múltiples nacionalidades y una compleja formación económico–social, que merece examen aparte, la alianza obrero–campesina constituye uno de los pilares fundamentales del socialismo. A lo largo de su vida, una y otra vez, asociaría la supervivencia de la Revolución a la consolidación de esta alianza.

Un aspecto que no se puede evadir ni soslayar en la interpretación de la obra leniniana es que para él y los  bolcheviques la Revolución Rusa era la antesala, el despertar, de la revolución europea, y que esta tendría su centro principal en Alemania.

Solo así se puede entender y comprender, en el decurso de los aconteci-mientos posteriores a 1917, los planteamientos acerca de iniciar la «construc-ción del socialismo en un solo país» que, a su pesar, tuvieron que reconocer los bolcheviques, como una imposición de la historia, y como única vía para salvar la Revolución de Octubre.

Entre sus méritos teóricos y políticos no puede omitirse la recuperación y el rescate que hace de la teoría de Carlos  Marx y Federico  Engels en tor-no al Estado y la Revolución, que restaura y actualiza su visión creadora y sus aportes teóricos, reformados y revisados por la socialdemocracia europea después de la muerte de Federico Engels en 1895.

Corresponde al leninismo no solo analizar, evaluar y apreciar el nuevo desarrollo del capitalismo en el siglo xx —el imperialismo—, sino incorporar el problema colonial de las naciones subdesarrolladas de Asia, África y Amé-rica Latina a la teoría económica marxista. Como se consagra en la creación de la iii Internacional Comunista en marzo de 1919, el problema compren-día y trascendía a la unidad de los proletarios, incluía además, a los pue-blos oprimidos del mundo, los «condenados de la tierra», a los que décadas
después, haría referencia Frantz Fanon. Ya en el poder, frustrada la revolu-ción socialista en Europa Occidental, Lenin percibiría certeramente en Asia el próximo escenario de la insurrección socialista victoriosa. La Revolución China de 1949 así lo corroboraría.

Momento trascendental en la historia de la revolución bolchevique, lo constituyó la firma de la Paz de Brest–Litovsk en el año 1918. Solo la geniali-dad política, el talento impar, la autoridad carismática de Lenin, pudo lograr, en el seno de la vanguardia del Octubre Rojo, un acuerdo que significaba renunciar, aunque solo fuera en apariencia como se demostró con posteriori-dad, a la revolución en Europa en aras de salvar la revolución en Rusia.

La visión dialéctica en torno a esta paz que él mismo calificó de «abyecta» demostró, en su expresión más acabada, la conexión entre los ideales y el proyecto político de un partido revolucionario que tomó el cielo por asalto e inició una nueva era: las revoluciones del siglo xx.

Deudores del bolchevismo serían todas las revoluciones antiimperialistas, anticolonialistas y socialistas del siglo xx.

Desde el Tercer Milenio, en sus inicios, a la luz de modernas concepcio-nes económicas e inclusive de un dominio pleno de El capital, resultaría un complejo ejercicio intelectual y teórico proponerse comprender la política de Comunismo de Guerra, adoptada por los bolcheviques en el año 1918, año I de la Revolución Rusa. Sin embargo, las intervenciones de Lenin en el VIII (1919), ix (1920), x (1921) y xi (1922) congresos del Partido Bolchevi-que, con un realismo político sorprendente, sirven de instrumentos únicos
y excepcionales para explicar la génesis de esta economía de guerra que, en ocasiones, despectivamente se califica como «comunismo de cuartel».

La adopción de la Nueva Política Económica (NEP) en el año 1921 mar-có el comienzo de una nueva realidad socio–económica, histórica, cultural y política de la Revolución. Constituía un auténtico repliegue, un retroceso en el campo de la economía socialista, con importantes secuelas en el orden ideológico y político, en tanto se introdujeron formas capitalistas en la indus-tria, la agricultura y los servicios que se convertían en retos y desafíos para el socialismo bolchevique.

De manera fehaciente, la visión leniniana, en particular en el  XI  Con-greso del partido (1922), revela los factores de orden interno y externo que caracterizan a la NEP. En realidad, la formación económico–social rusa no
podía prescindir de la acumulación socialista originaria de capital, sobre la que insistirían de manera creadora, Evgueni Preobrazhenski, Nicolái Bujá-rin y otros lúcidos economistas  bolcheviques, para desarrollar base y su-perestructura de un nuevo modo de producción al que legítimamente se aspiraba: el comunismo.

Sus escritos del período 1919–1923 son claves para comprender las tesis fundamentales acerca de la transición al socialismo en la Rusia soviética.

En el «Discurso de clausura del ix Congreso del Partido Comunista (bol-chevique) de Rusia», «Acerca de la formación de la URSS», «Cinco años de la Revolución Rusa y perspectivas de la Revolución Mundial», «Discurso en el pleno del Soviet de Moscú», «Cartas al Congreso», «Acerca del problema de las nacionalidades o sobre la “autonomización”», «Páginas del Diario», «Sobre la cooperación», «Nuestra Revolución», «Cómo tenemos que reorga-nizar la Inspección Obrero y Campesina», «Más vale poco y bueno», se en-cuentra un balance estratégico de la historia de la Revolución Rusa desde el año 1917. Revelan una exacta visión profética y percepción de los problemas fundamentales que atravesaba el socialismo, sus perspectivas, amenazas y vulnerabilidades.

Lo más importante, sin embargo, subyace en que  Lenin ofrece no solo un riguroso análisis, sino que brinda una comprensión del contexto histórico y político en que se desarrollaba su actividad y sus tesis sobre cuestiones fundamentales de la práctica marxista, el  movimiento revolucionario inter-nacional y sus perspectivas, el partido y la necesidad de experimentar una transformación dinámica que permitiera estar por encima y no ser rebasado por las circunstancias existentes en la época, y, por último, los métodos a seguir en la construcción del socialismo en la Rusia soviética.

En este período elaboraría sus notas críticas al libro de Nicolái Bujárin, La economía del período de transición. En medio de los difíciles problemas que en-frentó —guerra civil, hambre, cerco capitalista— hay una constante preocu-pación en  Lenin por hacer la revolución que se está desarrollando, pero al propio tiempo, desarrollar la teoría de la revolución que se está forjando. De este modo, la Revolución de Octubre de 1917, la de los bolcheviques de Lenin, en cuya vanguardia militaron revolucionarios excepcionales de la
talla de Nicolái Bujárin, León Trotski, José Stalin, Gregori Zinóviev, Lev Ká-menev, Nadezhda Krupskaia, Evgueni  Preobrazhenski, Félix  Dzerzhinski, Aleksandra Kollontai, Larisa Reisner, Anatoli Lunacharski e Inessa Armand, solo por citar a algunas figuras representativas de la pléyade de Octubre, se convirtió en un paradigma para todos los que desde el marxismo de Carlos Marx y Federico Engels se propusieron conquistar el futuro para un mundo mejor, el del socialismo y el comunismo.

La selección de textos que se ofrece al lector en «Lenin. Textos escogidos» se propone poner a su alcance escritos fundamentales que demuestran la originalidad, novedad, aportes científicos y prácticos del quehacer teórico y político de Vladimir Ilich Lenin. Es de suma trascendencia la interpretación del imperialismo, desde el marxis-mo y la práctica revolucionaria, proveniente de un análisis que se origina a partir de Rusia y para Rusia, pero que se convierte en un referente importante para todas las generaciones de los revolucionarios de ayer, hoy y mañana.

La juventud encontrará en estos textos excepcionales la importante con-tribución de Lenin a la comprensión del devenir histórico de nuestros tiem-pos y podrá reconocer en él a uno de los más relevantes protagonistas de la creación de una sociedad más justa y humana, cuya obra merece ser estudia-da y divulgada para comprender las grandes transformaciones que se están operando en el siglo xxi.