Con una rápida lectura, interrumpida únicamente por la fuerza visual de algunas instantáneas, se puede ver al pequeño Ernestito con la familia en su natal Argentina, al joven que desanda Suramérica, al jefe guerrillero, al esposo y padre de familia, al dirigente comunista e internacionalista, al hombre «del alba encendida». El libro saca al héroe del mármol y del bronce donde a veces, por error, lo tenemos incrustado, para mostrarnos a un hombre de carne y hueso, a un latinoamericano excepcional que, parafraseando a Eduardo Galeano, no ha perdido la manía eterna de resucitar.